Camino a casa
Este sol de la infancia
que a veces viene a verme
de ojos entornados,
mirando apenas,
y me arde dulce, en los párpados;
ese sol que me amaba con aquella ternura
que a veces dolía,
-bastante a menudo, por qué no decirlo-
viene a recordarme
con el escalofrío que me recorre
en esta mañana extraña de octubre de sol
que siempre estaremos a tiempo
para volver a intentarlo
para mirar con ojos de asombro
cada mañana que este mundo
se nos venga a echar encima
y nos empuje a amarnos de nuevo
como siempre quisimos
aunque a veces nos cueste
por habernos perdido
tan a menudo
en nuestras más torpes sombras.
Fortalezas
Cuando éramos fuertes
cuando creíamos que lo éramos
más aún porque todo era posible;
cuando éramos fuertes, tanto
que mirábamos temblando al mundo
y podíamos llorar, chillando
con la verdad de nuestro lado;
cuando éramos capaces aún de soñar
con todos los caminos posibles
de frente y al alcance, no muy lejanos;
cuando no habíamos pasado aún la mayoría
esa línea torcida que nos deforma,
y a veces destroza
en ese edén de locos que no era paraíso
ni mucho menos, pero era nuestro
no sé si aún recuerdas,
nos prometimos
que no giraríamos la cara
para no mirar lo que viniera de frente
o agazaparnos
y no traicionar nuestra verdad más pura
nuestra esperanza de ser como éramos
o más aún, lo que soñábamos.
Ensoñación
Todo era posible. Apenas lo intuíamos
y era impensable pensar en futuro.
Se nos llenaba la boca de risa miedo,
de vértigo y sangre.
De posibilidad. Y lo sabíamos.
Todo estaba al alcance
y las manos eran nuestra medida
más justa y fiable.
Soñábamos y era posible.
El viento nos mecía
y se nos mecía el viento.
Cualquier garabato que nos trajera
era un regalo alborotado.
Y la luz nuestra paz.
El cielo nuestro lecho
para contar estrellas
hasta la ensoñación.
Imposible pensar en nada más lejos
que la felicidad.
sujeta en imperdibles
siempre a la cintura.
Por el cielo al que rogamos
Por el cielo al que rogamos
por los ojos que nos miran
sin pedir nada
por la sonrisa abierta o furtiva
por quienes nos escuchan sin juzgarnos
por quienes nos reprenden
para mejorarnos
por quienes lloran cuando lloramos
por quienes me piden que sea y exista
por la vida que nos empuja.
Por el sol que amanece
por el árbol que no veo crecer
por quienes aman
por quienes amamos
por la flor que es simplemente flor
por la brizna que desaparece y ha sido
por los que no están
por los que vendrán
por el sol al que rogamos
por la vida que nos aprieta,yo brindo.
Este sol de la infancia
que a veces viene a verme
de ojos entornados,
mirando apenas,
y me arde dulce, en los párpados;
ese sol que me amaba con aquella ternura
que a veces dolía,
-bastante a menudo, por qué no decirlo-
viene a recordarme
con el escalofrío que me recorre
en esta mañana extraña de octubre de sol
que siempre estaremos a tiempo
para volver a intentarlo
para mirar con ojos de asombro
cada mañana que este mundo
se nos venga a echar encima
y nos empuje a amarnos de nuevo
como siempre quisimos
aunque a veces nos cueste
por habernos perdido
tan a menudo
en nuestras más torpes sombras.
Fortalezas
Cuando éramos fuertes
cuando creíamos que lo éramos
más aún porque todo era posible;
cuando éramos fuertes, tanto
que mirábamos temblando al mundo
y podíamos llorar, chillando
con la verdad de nuestro lado;
cuando éramos capaces aún de soñar
con todos los caminos posibles
de frente y al alcance, no muy lejanos;
cuando no habíamos pasado aún la mayoría
esa línea torcida que nos deforma,
y a veces destroza
en ese edén de locos que no era paraíso
ni mucho menos, pero era nuestro
no sé si aún recuerdas,
nos prometimos
que no giraríamos la cara
para no mirar lo que viniera de frente
o agazaparnos
y no traicionar nuestra verdad más pura
nuestra esperanza de ser como éramos
o más aún, lo que soñábamos.
Ensoñación
Todo era posible. Apenas lo intuíamos
y era impensable pensar en futuro.
Se nos llenaba la boca de risa miedo,
de vértigo y sangre.
De posibilidad. Y lo sabíamos.
Todo estaba al alcance
y las manos eran nuestra medida
más justa y fiable.
Soñábamos y era posible.
El viento nos mecía
y se nos mecía el viento.
Cualquier garabato que nos trajera
era un regalo alborotado.
Y la luz nuestra paz.
El cielo nuestro lecho
para contar estrellas
hasta la ensoñación.
Imposible pensar en nada más lejos
que la felicidad.
sujeta en imperdibles
siempre a la cintura.
Por el cielo al que rogamos
Por el cielo al que rogamos
por los ojos que nos miran
sin pedir nada
por la sonrisa abierta o furtiva
por quienes nos escuchan sin juzgarnos
por quienes nos reprenden
para mejorarnos
por quienes lloran cuando lloramos
por quienes me piden que sea y exista
por la vida que nos empuja.
Por el sol que amanece
por el árbol que no veo crecer
por quienes aman
por quienes amamos
por la flor que es simplemente flor
por la brizna que desaparece y ha sido
por los que no están
por los que vendrán
por el sol al que rogamos
por la vida que nos aprieta,yo brindo.